viernes, 20 de febrero de 2009

¿ terrorismo gerencial?

No todo es comunicación en esta vida, pero sí todo comunica. Todo dice algo. Las decisiones y órdenes de los gerentes también. Les cuento dos historias, ambas me sucedieron en tan sólo siete días. Júzguenlas ustedes.

Primera. A mi esposa y a mí se nos antojó un helado a mitad de una tarde de domingo de compras, así que nos acercamos a una conocida heladería y compramos dos conos con chocolate para llevar. Al pensar un poco, por la cantidad de bolsas que estábamos cargando, decidimos sentarnos en una de las mesas (huelga decir que había bastantes sitios disponibles). De pronto, se nos acercó el mozo, carta en la mano, y nos dijo nada gentilmente que no podíamos sentarnos ahí porque sólo lo podías hacer si es que pedías a la carta. No pude dejar escapar una sonrisa. ¿Acaso no sabe que nosotros también somos clientes, y que lo único que conseguirá es que no me dé ganas de regresar, ni mucho menos recomendar el lugar? Acto seguido, al negarnos y ver que no teníamos intención de movernos (digo, cuánto tiempo te toma comer un helado. ¿cinco, diez, quince minutos?) agregó que eran órdenes de la gerencia. ¡¡órdenes de la gerencia!! ¿Qué clase de gerente dice a sus mozos que boten a sus clientes? … pero esto no es lo único. Sigan juzgando.

De nuevo, mi esposa y yo, esta vez en el cine. Como habíamos llegado bastante temprano, nos tomamos nuestro tiempo para elegir cuidadosamente dónde sentarnos. Justo en el medio, fue nuestra decisión. Minutos después, cuando ya la sala estaba casi llena, veo que dos trabajadores del cine recorren todas las filas preguntando no sé qué a algunas personas, las cuáles no ocultan su incomodidad. De pronto, uno de ellos ve nuestra fila. Habían dos asientos disponibles al extremo de esta y nos pide movernos porque por órdenes del gerente, tenían que acomodar juntos a sus hijos y sus respectivos amigos. Huelga decir que nadie aceptó, y estoy seguro que todos quedamos con la misma sensación de incomodidad.

Les cuento una tercera historia, esta vez con otro sabor. Y acá sí menciono el establecimiento: Bravo Restobar. La sensación que nos dejó al salir fue bastante diferente, con ganas de regresar. Y eso que no empezó nada bien. Se equivocaron de fecha al tomar la reserva, pero aún así nos dieron una mesa con las disculpas del caso. Desde el primer momento la atención estuvo llena de detalles. Detalles nada forzados. El mozo se presentó con su nombre, nos ofreció la carta, nos ayudó a elegir algunos platos y tragos, sin apurarnos. Al toque noté que no sólo era así él, sino que los demás también se mostraban cordiales (sobre todo naturales) y proactivos, sin parecer impacientes. Hubo un detalle que no me percaté hasta mucho después. Le pedimos a uno de ellos que nos tomara una foto y en el fondo, salieron todos los mozos posando para nuestra foto. La cordialidad del mozo, su buen sentido del humor, su proactividad por ejemplo al avisarnos que la comida iba a demorarse un poco más, hicieron de esa experiencia, una buena experiencia. Y a diferencia de las anteriores, al salir sí me dieron ganas de regresar, y de recomendar ¿tendrán otra clase de gerente?

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