"La reputación es como un
árbol y la imagen como su sombra. La imagen es lo que percibimos, el árbol es
la realidad". Abraham Lincoln.
Vivimos en un mundo de imágenes.
Éstas no son otra cosa que percepciones, entendidas como representaciones
mentales del mundo. Las percepciones que tenemos influyen en nuestra conducta,
que a la vez afecta las percepciones que sobre nosotros tienen otras personas.
Al final, todo se resume no en realidades, sino en interpretaciones de esas
realidades. Actuamos por las percepciones de la realidad, mas no por la
realidad objetiva. Es ahí donde entramos los comunicadores: en reducir la
brecha entre la realidad y la percepción.
Es necesario entender que la imagen
no solo se forma como respuesta a nuestro esfuerzo de comunicación, sino también,
y en mayor medida, por la experiencia que tengan nuestros públicos en los
contactos con nuestra organización. Cada vez que nuestros públicos interactúan
con nuestra organización, la imagen que tienen de ésta se retroalimenta, se
mantiene o cambia. Como resultado de esta experiencia, unida a nuestro esfuerzo
de comunicación, se va creando la reputación de nuestra organización.
Asimismo, la eficacia de nuestro
esfuerzo de comunicación no depende tanto de nuestra labor, sino del proceso de
conceptualización de cada uno de los individuos que forman nuestros públicos.
Cada uno de ellos interpretará los mensajes que reciben de acuerdo a su
experiencia, estado de ánimo, conocimientos, etc.
Entonces, ¿para qué sirve la
comunicación si la reputación se basa más en las experiencias de nuestros
públicos con la organización y en el proceso de conceptualización de las
personas? La respuesta es simple. Si no nos conocen, cómo esperamos que nos
acepten o por lo menos sepan que existimos. La comunicación sirve para atraer a
los públicos, para retenerlos, y para crear y mantener relaciones de confianza
mutua y mutuo beneficio a largo plazo con ellos. Todo esto alimentado y sustentado
por experiencias positivas.
Otro aspecto que debemos cuidar es la
coherencia que entre lo que decimos de nuestra organización (comunicamos) y lo
que ésta demuestra en sus comportamientos públicos. No podemos, por ejemplo,
decir que nuestra organización respeta los derechos de sus trabajadores cuando
en realidad no lo hace, o decir que defendemos el medio ambiente si es que no
lo demostramos en cada una de nuestras operaciones. Es en estas incongruencias
en las que perdemos la batalla por lograr una buena reputación. Es mucho mejor ser
sinceros y decir que estamos camino a ser ambientalmente responsables o que
estamos mejorando las condiciones laborales de nuestros trabajadores. De esta manera,
por lo menos estaremos rescatando lo que sería los cimientos de nuestra imagen
y reputación: nuestra palabra.
Una forma fácil de explicar este tema. Material de lectura para mis alumnitos en el próximo ciclo...
ResponderEliminar¡Muy buen post! Entendible y sencillo.
ResponderEliminargracias por la sencilla menera de explicar ,porque hay cosas que están entre la luz y oscuridad ,y siempre es bueno poner en su lugar las cosas ,gracias .
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